Esta vez no fue una llamada, ni un encuentro casual en la calle, la forma en que defenzor decidió convocarnos a un partido de fútbol 5. Fue un grupo en facebook la forma sencilla pero efectiva que utilizó para hacer extensiva la invitación al cotejo que habría que jugarse el 20 de Julio.
Los motivos sobraban para el encuentro, por un lado el país celebraba un año más de su independencia, por el otro la dábamos la bienvenida a Alexander Muñoz (en adelante el Mono), quien tenía un paso fugaz por Bogotá cumpliendo con su itinerario que lo llevaría a ver la final de la Copa América en Argentina. También nuestro amigo Camilo Bareño (en adelante El Topo) estaba de plácemes puesto que había obtenido la visa para establecerse con su familia en Australia, y cómo si esto fuera poco estábamos en la previa del cumpleaños de defenzor.
Sin duda que la convocatoria realizada por primera vez a través de las redes sociales, estaba llena de motivos para reunir a los amigos, a los mismos de siempre, a los que se han juntado desde finales del siglo pasado, según consta en el libro de historia, que apareció en los camerinos por la gentileza del señor Alejo Vergara, quién desempolvó un archivo con material fotográfico invaluable.
La noche se hacía cada vez más fría y se juntaba con la luna llena para ser testigos de excepción del partido que estaba a punto de comenzar en el gramado artificial de Cafam Floresta, sí allí mismo donde comprábamos los útiles escolares, ahora se jugaría este encuentro entre amigos. Por un lado se conforma un equipo con los que se dicen ser hinchas de Millonarios: (Mono, defenzor, Ñoñito y Jancker), en la vereda de enfrente el rival formaba así: (Chavo, Vergara, El Topo y el hermano del Topo).
Un partido un tanto extraño, poca coordinación para circular la pelota, errados movimientos tácticos que le daría un infarto a Markarián, goles de gran factura pero sin ningún trabajo grupal, las individualidades muestran pinceladas de talento para deleite de la única espectadora. El escenario sui generis, un encerramiento de mallas en forma de cubo, 4 torres de iluminación y un olor nauseabundo que expelía en el ambiente gracias al caño circundante… no, no señor lector no estábamos jugando en la cárcel, están eras canchas de fútbol 5 y todos gozamos de nuestra libertad, así como Samuel.
Allí estábamos 4 contra 4 en una gélida noche, tratando de demostrar que jugamos igual que hace 15 años en el Lhemi, pero la realidad es otra, basta mirar a algunos haciendo “jarras” y pidiendo el cambio. Ocurre el milagro llega el último jugador, no lo decimos porque sea el peor, no, lo decimos porque fue el último en llegar, aparece entonces La Puya con una indumentaria muy particular, de la cintura para arriba tiene una pinta de Henrik Larsson, de la cintura para abajo una pantaloneta de salvavidas y unas medias de bebe que le enviaban desde su hogar.
Como en toda despedida, El Topo juega para los dos equipos y se va ovacionado por todos, ha jugado un buen partido y nos lamentamos que se vaya justo cuando empieza a entender cómo se juega al fútbol. El fútbol. La única verdad, como decía el negro Fontanarrosa.
No se conoce el resultado oficialmente, este se empieza a discutir de camino al bar donde se jugaría el tercer tiempo, un bar que justo nos esperaba para ver la semifinal de la Copa América, la excusa perfecta para departir unas cervezas, analizar el partido, recordar anécdotas, emocionarse por si Paraguay o Venezuela y por supuesto… seguir bebiendo. Aunque nos reunimos con la excusa de jugar, la verdadera razón de emocionarnos es compartir con los amigos, es que ¡Eso es lo bonito del fútbol!