Inicialmente esa emotividad fue mas bien tenue, ya que en el preámbulo del partido, las cosas no
pintaban muy bien. Ya se ha vuelto costumbre que las convocatorias a través del
WhatsApp reciben una tímida ojeada y una escasa acogida. Las confirmaciones a
la cita futbolera van apareciendo sobre la hora, lo que dificulta la organización
del mismo. Por esa razón, desde la sala de redacción de este sombrío blog, solo
tenemos palabras de agradecimiento para el Káiser Romero por esa persistencia
para tratar de juntar a estos adultos cada vez menos jóvenes.
De cualquier modo, la hora del juego se aproximaba y por
supuesto se daba inicio al ritual de los saludos en la pequeña jardinera de
ladrillo que hace las veces de gradería. Estaban los rivales y los lasallistas
hablando, riendo y al mismo tiempo sacando de sus mochilas toda la indumentaria
requerida para vestir de cortos en la cancha 3 de Compensar.
Mientras algunos jugadores ya calentaban sobre el gramado, se
veían llegar a lo lejos y con paso presuroso varios conocidos, dentro de los
cuales destacaban las siluetas de Limburguer y Jancker, dos apariciones
sorpresivas, pero sobre todo fantasmagóricas para este último.
Eran dos regresos inesperados, que se convierten en un enigma.
Por un lado, se cree que el amazónico profe Chechirris se encontraba en Bogotá
para participar con FECODE en uno de los ya tradicionales paros de maestros.
Por el otro, se comenta que Jancker o alias Gasparín con un paso breve por la
tierra del Tío Sam, estaba de vuelta debido a que temía ser víctima de un tiroteo por parte de algún psicópata cuando estuviera en un Wallmart: “Thanks,
I`m just looking”.
De vuelta al partido, y para la alegría de la gente, llegaron
finalmente para el equipo LHEMI: defenzor, Marioñu, Chavito, Checho, Jancker y
el arquero
Sobre el papel un buen equipo para afrontar a los
adversarios. Pero en la realidad fue un papelón. No hubo coherencia como
equipo, el desempeño fue muy discreto en la ubicación táctica sobre todo en los
primeros quince minutos de la contienda.
Pero esperen, esta vez no fue un partido clásico entre dos equipos,
debido al gran número de asistentes, se tomó la decisión de armar 3 conjuntos y
jugar el famoso “Rey de Cancha”, es decir que el equipo que anotara un gol
conservaba el derecho a seguir jugando mientras el rival iba rotando.
Así se iba la primera hora de juego para los lasallistas,
entre más pena que gloria. Y si, decimos primera hora, porque debido a las
influencias del Káiser se logró alquilar la cancha número 2 que estaba
disponible para seguir cascándole a la pecosa.
Ese gramado tenía una particularidad, el caucho expuesto al
sol estaba putamente caliente, era como andar por brasas en cada paso que se daba.
Un hervidero que fue espantando a defenzor y Marioñu, quienes abandonaron el
juego con un tímido despido hacia sus compañeros.
Los demás, que no tenían compromisos con sus cónyuges, si aguantaron
esa mañana bochornosa bajo el sol canicular, el piso más caliente que cojín de
mulero y un partido para el olvido. Lo mejor que se podía hacer era ir por unas
polas frías hasta que cayera la noche. Obligación que el profe Checho y los
lasallistas Chavo y Jancker no podía evadir. Hombres heroicos que también
cumplieron con el país, todo gracias a su independencia…