viernes, 19 de noviembre de 2021

La vida después del Káiser


Dicen que uno no debe regresar a los lugares donde ha sido feliz. Sin embargo, en medio de tanta incredulidad, el Káiser Romero volvió en días pasados a Alemania, país que lo había acogido con los brazos abiertos durante un largo tiempo. Hay valor y gallardía en tomar esa decisión, nunca será fácil dejar el país, el trabajo, la familia y los amigos por apostar todas las fichas en un nuevo comienzo, un amanecer que curiosamente será en Berlín, una ciudad que, si sabe muy bien que significa eso, volver a empezar

.No queda duda que el Káiser partió al viejo continente de manera misteriosa y un poco silenciosa, tal vez no le quería comentar a los lasallistas sobre sus futuros planes, pero en realidad poco importa, siempre le desearemos lo mejor. Aunque también es verdad que somos egoístas por naturaleza y siempre queremos que nuestros amigos sean felices a nuestro lado, que, si la pasan bien, sea con nosotros.  A veces nos cuesta hacernos a la idea de que estarán construyendo su vida en otra parte.

Es por todo esto, que escribir esta entrada del blog se había convertido en un homenaje a la procrastinación. No sabemos si se trataba de un amasijo de pereza y nostalgia que no nos permitía empezar a plasmar lo que vivimos en nuestro más reciente partido de minifútbol, el cual en cierto modo se convirtió en una despedida para nuestro amigo.

La cita se había pactado para el viernes 15 de octubre a las 10 de la noche ¡hágame el favor! El horario más patético que se haya podido encontrar. Pero bueno, había que asistir a como diera lugar, pese a que algunos lasallistas fueron encontrados tomando cerveza en una tienda cercana en la previa del cotejo, sin haberse dado cuenta que caía una breve llovizna sobre el occidente capitalino y que las nubes que se formaban amenazaban con romper el cielo. Se avecinaba un verdadero torrencial.

La gélida noche hizo presencia en las instalaciones de Compensar, y allí mismo junto a los casilleros de madera donde los equipos dejaban a guardar sus pertenencias, ocurrió el evento más jocoso de la noche, defenzor cambiándose bajo una sombrillita para intentar protegerse de la incesante lluvia. La misma que al cabo de unos minutos se convertiría en un impresionante vendaval que por poco alcanza nivel de granizada.

Iniciaba el partido en medio de una borrasca que prácticamente no dejaba ver más allá de dos metros a cada jugador, tanto así que el Patrón, recién llegado de tierras amazónicas para reforzar este remedo de equipo colegial, salía huyendo para quien sabe dónde para resguardarse de tamaña cantidad de agua se cernía sobre nosotros a esa hora del crepúsculo.

Sin más reparos, el equipo LHEMI que estuvo conformado por Lumi, Anés, Johan, Marioñu, defenzor, El Patrón y Jancker le iba a dar juego a los alemanes del Sprach Institut, jóvenes talentosos para el fútbol y grandes conocedores del idioma y la cultura germana; no como los estudiantes de la Escuela de Policía Simón Bolívar de Tuluá, quienes usaron emblemas nazis en una actividad de carácter pedagógico. ¿Tendrá algo que ver Alejo Vergara en todo esto?

Lo cierto es, que en la parte deportiva la realidad evidentemente era otra, mucho desorden, poca precisión en los pases y una patética condición física fueron diluyendo las aspiraciones de los del corazón henchido. El rival era superior y había que reconocerlo.

Tanto así que dos de los nuestros ni siquiera llegaron, o bueno si llegaron, pero se quedaron escampando dentro de sus vehículos. Se trataba del Chavito y del cuñado de Marioñu, quienes como buenos santafereños decidieron abandonar el compromiso antes que vestirse de cortos, mojarse y jugar.

Sin entrar en más detalles, el partido había terminado cerca de la media noche con un marcador de 16 goles para el Sprach contra 12 goles lasallistas. Sobre el papel una digna derrota, pero otro descalabro, al fin y al cabo. Sería bueno llamar al hermano Niky Alexánder para que toque este equipo.

Era hora de irnos para la casa consiguiendo como único resultado un fijo resfriado. Pero antes de eso, nos tomamos la tradicional foto, nos sacamos las fastidiosas pepitas negras de los guayos, le dimos un abrazo al Káiser y le deseamos suerte. Sabemos que, así como Odiseo algún día va a acabar volviendo al lugar del que se fue. ¡Danke Káiser!