domingo, 20 de agosto de 2017

Los Magos del Bronx

Tomó varios días escribirla en su totalidad. No solo por la falta de tiempo de quienes aquí plasman sus crónicas, sino por una mezcla entre desgano y resaca producto de las fiestas patrias. Esto sin duda hizo que la entrega del reporte de este partido se retrasara sin ninguna razón de peso aparente.

De cualquier modo, aquí seguimos trayéndoles las incidencias de otra fecha más de fútbol lasallista, no importa que cada vez tengamos menos lectores que el almanaque de Bristol, y menos ventas que la urbanidad de Carreño. Lo nuestro es pura terquedad.

En principio, otra convocatoria hecha con su respectiva antelación, logra juntar una gran cantidad de participantes. Hecho que por supuesto no es nada común, teniendo en cuenta las constantes ausencias, impuntualidades y abandonos de última hora por parte de los que se acostumbraron a dormir en la sala de video de la biblioteca del LHEMI mientras se proyectaba una y otra vez  la serie de dibujos animados "Erase una vez el cuerpo humano".  

El rotundo éxito del llamado a jugar fútbol por parte del Káiser Romero, obligaba a organizar 3 equipos de 6 jugadores cada uno. Esto supuso entonces que el equipo lasallista estuviera conformado, por Marioñu, el Cuñado, PiniMJ Vergara, Jancker y el Chavito, con la conocida rotación de arquero cada vez que el rival lograra marcarnos.

Como esto último era lo que debíamos evitar a toda costa, se consigue organizar una táctica con base en una férrea defensa y en un ataque certero y contundente que poco a poco iba despachando a los otros dos equipos como si se tratara de sparring de madera.

Los hermanos Castellanos llegaron un poco tarde. No hay duda que se trata de defenzor debido a que no hay otra persona que use pantaloneta, medias y guayos amarillos. Una combinación que le haría sangrar los ojos a Franklin Ramos.

Los constantes cambios de nómina de los equipos, permiten que el grupo lasallista finalmente se encuentre en plenitud, consiguiendo que las individualidades levanten aún más la calidad, llevando así el juego colectivo a un nivel nunca antes visto. Dicho de otro modo: ¡Qué hijueputas pa’ jugar! Es que no en vano la memoria retrotrae tantos partidos jugados en los recreos, miles de días compartidos y un sinnúmero de goles anotados en el Colegio. Es un momento sublime de buen fútbol,  así como mandan los cánones: Cortita y al pie.  O el consabido toco, toco y lastimo.  

Para un desprevenido podría tratarse de un símil del balompié con los Magos de Harlem, aquel equipo que deleitaba a los espectadores con una mezcla entre baloncesto y show. Pero, pues tampoco nos engañemos, si somos buenos, pero por mucho llegaremos a ser los Magos del Bronx.

Todo esto pasa durante una hora. Es que cuando se juega a ese ritmo, el tiempo vuela. No es de extrañar que la administradora de la cancha nos informe que el partido ha llegado a su fin, pero que si se nos da la gana podemos jugar otra hora adicional en la cancha contigua, no sin antes pagar la irrisoria suma de 50.000 pesos.  Es una oferta tan atractiva, que definitivamente no podemos rechazar, pese a que algunos abandonan la idea como buen hincha santafereño, la mayoría optamos por continuar la maratónica jornada.

Por la reducción obligada de jugadores, se plantea un mano a mano entre dos equipos muy fuertes, un pulso que se pudo desequilibrar gracias a un potente cañonazo al ángulo  de MJ Vergara, que en las postrimerías del partido nos otorga una victoria angustiosa pero bien lograda.

De esta manera, allí en el gramado transcurrieron otros 60 minutos de plena felicidad, para luego dirigirnos a un merecido tercer tiempo en una tienda vecina donde pondríamos en práctica el slogan de la cerveza Quilmes: “El sabor del encuentro”.

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