Tomó varios días escribirla en su totalidad. No solo por la
falta de tiempo de quienes aquí plasman sus crónicas, sino por una mezcla entre
desgano y resaca producto de las fiestas patrias. Esto sin duda hizo que la
entrega del reporte de este partido se retrasara sin ninguna razón de peso
aparente.
De cualquier modo, aquí seguimos trayéndoles las incidencias
de otra fecha más de fútbol lasallista, no importa que cada vez tengamos menos
lectores que el almanaque de Bristol, y menos ventas que la urbanidad de
Carreño. Lo nuestro es pura terquedad.
En principio, otra convocatoria hecha con su respectiva
antelación, logra juntar una gran cantidad de participantes. Hecho que por supuesto no es nada común, teniendo
en cuenta las constantes ausencias, impuntualidades y abandonos de última hora
por parte de los que se acostumbraron a dormir en la sala de video de la
biblioteca del LHEMI mientras se proyectaba una y otra vez la serie de dibujos animados "Erase
una vez el cuerpo humano".
El rotundo éxito del llamado a jugar fútbol por parte del Káiser Romero, obligaba a organizar 3
equipos de 6 jugadores cada uno. Esto supuso entonces que el equipo lasallista
estuviera conformado, por Marioñu, el
Cuñado, Pini, MJ Vergara, Jancker y el
Chavito, con la conocida rotación de arquero cada vez que el rival lograra
marcarnos.
Como esto último era lo que debíamos evitar a toda costa, se
consigue organizar una táctica con base en una férrea defensa y en un ataque
certero y contundente que poco a poco iba despachando a los otros dos equipos
como si se tratara de sparring de madera.
Los hermanos Castellanos llegaron un poco tarde. No hay duda
que se trata de defenzor debido a
que no hay otra persona que use pantaloneta, medias y guayos amarillos. Una
combinación que le haría sangrar los ojos a Franklin Ramos.
Los constantes cambios de nómina de los equipos, permiten que
el grupo lasallista finalmente se encuentre en plenitud, consiguiendo que las
individualidades levanten aún más la calidad, llevando así el juego colectivo a
un nivel nunca antes visto. Dicho de otro modo: ¡Qué hijueputas pa’ jugar! Es que no en vano la memoria retrotrae
tantos partidos jugados en los recreos, miles de días compartidos y un sinnúmero
de goles anotados en el Colegio. Es un
momento sublime de buen fútbol, así como
mandan los cánones: Cortita y al pie. O el consabido toco, toco y lastimo.
Para un desprevenido podría tratarse de un símil del balompié
con los Magos de Harlem, aquel
equipo que deleitaba a los espectadores con una mezcla entre baloncesto y show.
Pero, pues tampoco nos engañemos, si somos buenos, pero por mucho llegaremos a
ser los Magos del Bronx.
Todo esto pasa durante una hora. Es que cuando se juega a ese
ritmo, el tiempo vuela. No es de extrañar que la administradora de la cancha
nos informe que el partido ha llegado a su fin, pero que si se nos da la gana
podemos jugar otra hora adicional en la cancha contigua, no sin antes pagar la
irrisoria suma de 50.000 pesos. Es una
oferta tan atractiva, que definitivamente no podemos rechazar, pese a que
algunos abandonan la idea como buen hincha santafereño, la mayoría optamos por
continuar la maratónica jornada.
Por la reducción obligada de jugadores, se plantea un mano a
mano entre dos equipos muy fuertes, un pulso que se pudo desequilibrar gracias
a un potente cañonazo al ángulo de MJ Vergara, que en las postrimerías del
partido nos otorga una victoria angustiosa pero bien lograda.
De esta manera, allí en el gramado transcurrieron otros 60
minutos de plena felicidad, para luego dirigirnos a un merecido tercer tiempo
en una tienda vecina donde pondríamos en práctica el slogan de la cerveza
Quilmes: “El sabor del encuentro”.
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