Cientos de horas acumuladas sentado frente a la consola del Súper
Nintendo, tal vez tratando de escapar de la monotonía de los deberes escolares,
habían logrado forjar muchas habilidades en los incipientes videojuegos de la
época.
Los preferidos, sobra decirlo, eran International Superstar
Soccer Deluxe y FIFA 97. Juegos de fútbol realmente básicos, pero con una
experiencia de simulación notable tanto en consola como en computador. Éramos
felices con tan poco.
Si bien es cierto que los juegos de deportes fueron los
favoritos, otros tantos como los de lucha fueron un increíble descubrimiento.
Cascarles a los amigos por medio de personajes ficticios era una sensación
placentera, como suponemos sentía Mc Gyver al entrar en una ferretería.
Fue entonces que el reconocido Street Fighter se convirtió en
uno de los preferidos de este servidor. Este videojuego fue una creación de la
compañía japonesa Capcom, quienes inspirados en la coyuntura de la Guerra Fría,
hasta entonces una fuente inagotable de series, películas y juegos lograron
desarrollar un novedoso producto. Sin embargo, no es propósito de este blog
recordarles las extensas clases de Sociales del profesor César Lozano en el
cada vez más lejano 1998.
En días recientes, cuando me encontraba en el exuberante
Amazonas realizando diversas actividades, que serán ampliamente relatadas en
otra entrada; se me informó que por fin había llegado el transfer desde la
Capital de la República, el cual me habilitaba para jugar como extracomunitario
Lasallista en el equipo Jungla Motos, propiedad del Patrón. Si, el mismo que cada mañana
como un sagrado ritual estira su mano hacia las partes nobles de sus empleados,
para preguntarles como están de tripa.
El partido de fútbol 5 es un tradicional evento local que se
lleva a cabo todos los martes en la noche y que tiene como rivales a dos de los
almacenes de repuestos para motos más reconocidos de Leticia, el gigante
COMERCO y el emprendedor Jungla Motos.
Un encuentro que por donde se le mire es cada vez menos amistoso.
Al subir a la oficina para refrescarnos con el aire
acondicionado y con una gélida gaseosa de guaraná, nos sentamos junto al Patron para elaborar la lista de convocados y del quinteto inicialista que llevaría en
sus hombros la responsabilidad de mantener el invicto frente a los
vecinos.
Al caer la tarde, contemplando con mis ojos el embarcadero de
la ciudad de Tabatinga, se me ocurrió dejar volar la imaginación y hacer un ridículo
símil. Pensaba en ese videojuego de mi adolescencia y lo asociaba con el
partido que estaba a escasas horas de empezar. Sería una batalla épica en la
cuenca del río Amazonas, así como lo hacía Blanka. Esa peliroja bestia mutante de Street
Fighter que tenía como hogar un palafito junto a un enorme árbol en donde se
enrollaba una intimidante anaconda. Ahí
me encontraba para hacer respetar ese escenario que tantas veces vi a través de
la consola.
Leticia! |
Luego de semejante engalochada, pienso yo, producto de los
medicamentos que me fueron suministrados para contrarrestar los efectos de la
Hiperuricemia originador de la crisis gotosa que me afectaba el pie izquierdo,
nos dirigimos velozmente en la camioneta Duster Oroch también propiedad de El Patrón para cumplir la cita con el
dios redondo.
El primero en arribar había sido como no, el profesor Checho, personaje muy popular en todo
el trapecio amazónico por su peinado al estilo Donald Trump, sobra decir que es
un asiduo visitante de los bebederos tripartitos para relajarse de sus
funciones como docente y repartidor de Rappi.
El desfile interminable de motos en el improvisado parqueadero
del negocio de las canchas sintéticas hacía prever que nadie iba a faltar para
la hora del partido. Es un ritual semanal al que asisten religiosamente, y esta
vez no iba a ser la excepción, por eso se decidió a último minuto autorizar un
6 vs 6.
El equipo Jungla Motos
con sendos petos amarillos, formó con: Juan, Rosby, el mecánico y los
lasallistas Checho, El Patron y Jancker. El
rival bajo las órdenes de Tico, saltó a la cancha integrado por los empleados
de COMERCO.
De entrada, me sorprendió el alto nivel de juego y la incesante
movilidad, todo esto a pesar de la altísima humedad que nos acompañaba a esa
hora de la noche. Como fiel
representante de los cachacos, el clima de la selva tropical me fue fundiendo
sin piedad.
El marcador no se mueve en los primeros 10 minutos, es
evidente que los contrincantes se conocen a fondo. En una jugada aislada, el Patron
rompe el celofán como es costumbre, un fortísimo remate fuera del área que pone
a celebrar a los de Jungla. Como una
buena pelea de pugilistas, el rival a continuación marca el empate, Jungla
responde con gol de Checho y sin
darnos cuenta empareja Comerco. Un toma
y dame que no da descanso.
Mi pie izquierdo ya no da más tregua debido a la crisis
gotosa, cada vez que intento correr me duele profundamente, así como a los
santafereños les lastima el #HenryRojasDay
Por eso me ofrezco para ir al arco para de algún modo ayudar al equipo,
para mi sorpresa no lo hago del todo mal y salvo algunos goles.
Con poco más de quince minutos para el fin del partido
sacamos ventaja 5-4 y la victoria parece estar cerca. El Patrón ordena sus
fichas y decide que los últimos diez minutos yo debo estar en cancha y no salir
huyendo como Fernando Gago en la final de la Copa Libertadores. Le hago caso a pesar de mi negativa, intento
jugar cojeando para hacer algo de estorbo para no desentonar, pero es
infructuoso, me cuesta hacer un simple pase.
De reojo veo el marcador electrónico y el gol de diferencia
se mantiene, restan 2 minutos y 50 segundos, deseo con ansias que suene la
chicharra y se termine este encuentro. Pero estoy condenado a ser protagonista.
Un balón enviado por el arquero rival, fruto del desespero de luchar contra el
cronometro es disputado en las alturas por 4 jugadores, dos atacantes y dos
defensas dentro de los que me encuentro, intento rechazar con la cabeza para
enviar el esférico a un costado, pero el balón rebeldemente golpea mi sien
derecha con rumbo hacia nuestra portería, el arquero descolocado no puede
corregir su posición y la pecosa infla la red para alegría de los jugadores de
Comerco. Un empate que emputa. No hubo tiempo para más y se sella el
marcador en 5 iguales. Me invade una mezcla de rabia, dolor y decepción.
Camino a casa el Patrón
me dice en tono irónico y burlón, que para que no me siga jodiendo la gota, no
me va a dar más calabresa congelada… Yo sonrío tímidamente mirando hacia un
costado por la ventana de la camioneta, quiero llegar y descansar, pero una
pregunta desafiante me devuelve el ánimo: ¿Perrito, ahorita echamos una horita
de Play? Le respondo que sí, que lo voy
a atender como siempre. Otra vez ahí
sentado frente a una consola de videojuegos.
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