Es de público conocimiento que este blog tiene que ver
casi exclusivamente con los temas correspondientes a nuestros partidos de
fútbol, y por supuesto a las apuestas de marcadores en línea, que realizamos
cada vez que existe un evento orbital o continental.
Sin embargo, como si de una dictadura se tratara,
hemos decidido sin objeciones, ceder en esta oportunidad este espacio
futbolero, para llevarles a ustedes una historia, que sin duda se encuentra
dentro del ranking de las más graciosas anécdotas deportivas vividas por el
grupo de redactores de esta bitácora de amigos del LHEMI.
Sin más preámbulos, empezamos.
Uno de los grandes distractores y focos de
entretenimiento de la sociedad colombiana durante la primera década del siglo
XXI, fue sin lugar a dudas, la transmisión en vivo del Campeonato Mundial de
Fórmula 1 de la FIA. Un evento de importancia
mundial, que por más de 50 años había pasado prácticamente desapercibido en
nuestro país, hasta el surgimiento de la figura de Juan Pablo Montoya como
animador y protagonista de una disciplina, digamos de élite.
De esta manera y como es costumbre en nuestra cultura
esnobista, nos vimos repentinamente involucrados en el mundo del automovilismo.
Por esta razón, pasamos a hablar con fluidez sobre boxes y pole position, a criticar a los ingenieros de la Ferrari, y
a debatir sobre la aerodinámica de los alerones. En fin.
Como era apenas lógico, defenzor y Jancker, jóvenes
estudiantes universitarios, con escaso poder de discernimiento, fueron presa
fácil de dicho fenómeno colectivo. Sus fines de semana, tradicionalmente
destinados a ver fútbol al por mayor, desde el ascenso argentino hasta el
Calcio italiano, ahora se verían abocados a incluir la Fórmula Uno, dentro de
la parrilla de televisión de sus hogares.
En algún tiempo, luego de un cúmulo de sin sabores apoyando
al bogotano al mando de los coches de las escuderías Williams y McLaren, la
pasión decaería notoriamente, así como el que abandona a lo que no se lleva
verdaderamente en el corazón. Podríamos
decir, que se volvieron unos santafereños del Grand Prix.
Para el año 2008, Jancker en medio de su habitual
aburrimiento, se entera por algún medio de comunicación que uno de los grandes
corredores de todos los tiempos, el finlandés Mika Hakkinen estaría de visita
en Bogotá para una exhibición callejera.
En efecto, Hakkinen vendría a estos andurriales para
hacer parte de la campaña “Pacto por el
consumo responsable”, evento organizado por la marca de whisky escocés
Johnnie Walker con el fin de promover en el mundo la ingesta moderada de
bebidas alcohólicas. Sobra decir que
diez años después, los resultados muestran que esta noble iniciativa no tuvo
ninguna acogida dentro del grupo de Lasallistas.
Sin perder mucho tiempo, Jancker y defenzor se
comunicaron por medio del teléfono fijo para comentar la noticia. Con hora y
fecha definida, decidieron sin dudarlo que se irían para el Parque de la 93
para lograr ver de cerca un monoplaza de la fórmula 1 con el rugir poderoso del
motor rodando por las maltrechas calles de la ciudad.
A decir verdad,
no había nada más que hacer, el evento era gratuito y se convertía en una
válvula de escape en tiempos de desempleo rampante, de pocas monedas en los
bolsillos y de conflictos personales asociados con la escasez.
Pero esto no importaba. Se trataba de una oportunidad
única para estar en un exclusivo sector, rodeados por personalidades de la
farándula criolla y por el infaltable Frady.
Sí, Jhon Frady Gómez, el colombiano que más ha robado cámara en los
noticieros con una bandera de Colombia en la visera de su gorra.
FINAL LAP
El día señalado comenzaría con el ambiente típico que
se percibe en la previa de un concierto. Jancker y defenzor se encontraron en
el Mc Donalds que quedaba sobre la carrera 15, se saludaron efusivamente y
caminaron en búsqueda del mejor lugar posible.
Dos horas pasaron desde que se acomodaron junto a las
vallas de protección, hasta que se dio la largada del dos veces campeón del
mundo a bordo de un auto Caparo T1, un biplaza en el que alcanzó a dar tres
sendas vueltas al improvisado circuito.
Primera
sorpresa. No
era propiamente el vehículo F1 que estaban esperando, era más bien un auto
poderoso, pero de la categoría de turismo.
Segunda
sorpresa.
Cerca de 13 personas fueron escogidas para acompañar al nórdico como copilotos
del show, sin embargo, sólo dos lo consiguieron, se trataba del ex alcalde
Samuel Moreno y del ex comandante de la Policía, Rodolfo Palomino. ¿La razón?
Pues el bólido se varó de repente. Al parecer estos siniestros personajes lo salaron,
al punto que los miembros del personal técnico, atónitos por tan extraña falla,
decidieron llevar el Caparo a un taller en el barrio 7 de agosto para una
tecnomecánica. Las rechiflas por parte
de los lasallistas no se hicieron esperar.
Tercera sorpresa.
Con la
evidente falla del auto de exhibición, el grupo de periodistas, actores y
políticos que hacían fila para subirse detrás de Hakkinen como pasajero en
mototaxi, tuvieron que quedarse con las ganas de experimentar la adrenalina de
la velocidad. La indignación por parte
de quienes aquí relatan fue evidente, esperaron toda la tarde para conformarse
con ver cuatro miserables vueltas. ¡Mono Hijueputa! Se les oyó decir como si su
tímido reclamo lograra ser escuchado por el piloto.
Para su asombro, minutos después, el doblemente
campeón del mundo, en un gesto de gallardía decidió darle un final decoroso a
la tarde, continuando el show a bordo de un Pace Car Mercedes Benz
descapotable, sacando la mano y saludando a la concurrencia.
Al finalizar el evento, defenzor y Jancker se
despidieron en un paradero de buses, no hablaron mucho entre ellos tal vez
pensando que ellos mismos se encontraban como ese Caparo T1. ¡Varados!
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